El cuento es para Amparo Dávila su forma natural de expresión. Ya desde sus primeros trabajos -recogidos también en esta serie de Letras Mexicanas- definió el carácter de su estilo, más inclinado a abordar con sencillez los temas, que a dejarse atraer por el juego de las palabras. Sin embargo, dentro de la acción lenta a que es aficionada la autora, suele hallarse furtivamente la violencia que presta singular movimiento a las descripcio nes. Lo imprevisto es la savia que, en cada página, reanima el suave deslizamiento hacia lo trágico. Tal es la fuerza que invade esta Música concreta, nutrida de argumentos que lo mismo han sido concebidos en el seno familiar que en las relaciones sociales inmediatas.
Los personajes están presentes con la naturalidad de aquellas personas con quie nes nuestro trato es amistoso, y las reacciones se apegan a la vez a las circunstancias no siempre lejanas de la locura. De un paso al otro de lo normal al triunfo del asombro-, Amparo Dávila nos conduce con sugestividad mediante la convicción de que, por encima de lo que nuestros ojos contemplan a la primera ojeada, predomina el misterio que conduce la trama. La conciencia es en estos cuentos un juego que se complementa con la imaginación.
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